martes, 3 de julio de 2007

El origen del gato doméstico.



El gato ha sido siempre un animal con un aura de misterio. Divinizado por los antiguos egipcios, era momificados junto a otros animales sagrados y enterrados junto a los fallecido que realizaba en viaje al más allá. A diferencia de los perros no son tan sociables, simpáticos y amables. Tienen su propia personalidad y son un poco más egoístas que ellos. Algunas de estas características nos recuerdan que probablemente el proceso de domesticación de este animal es muy reciente desde el punto de vista evolutivo y todavía no le hemos adaptado a nuestros gustos.
Entre otros misterios tampoco se sabía de dónde procede el gato doméstico. Ahora un estudio genético muestra que el antepasado de los gatos domésticos actuales merodeaban por Oriente Medio hace unos pocos miles de años.
El estudio apoya la teoría que mantiene que los gatos empezaron a ser útiles para los humanos una vez se empezó a cultivar la tierra, actividad que comenzó precisamente en Oriente Medio. Los seres humanos de la época debieron de utilizar gatos silvestres para proteger de los roedores el grano obtenido por la actividad agrícola.
El líder del proyecto del genoma del gato (“Garfield Project”) que estudia la genética del gato domestico es Stephen J. O’Brien, jefe del Laboratorio de la Diversidad Genómica del Instituto Nacional del Cáncer en Bethesda, Máryland, EEUU. Según él ha habido demasiadas suposiciones sobre uno de los experimentos más interesantes realizados por el ser humano: la domesticación del gato.
Basándose en la morfología los científicos han llegado a la conclusión de que los gatos salvajes, Felis silvestris, a diferencia de los pumas, ocelotes y otros felinos, fueron los antepasados del gato doméstico. La controversia se ha centrado hasta ahora en saber cuándo ocurrió y cuántas veces.
Reconstruir la historia del gato doméstico es muy difícil porque el esqueleto de éste y el del gato salvaje son virtualmente indistinguibles. Desde el punto de vista anatómico lo que les separa, además de una pequeña diferencia de tamaño, es principalmente el color del pelaje, pero la piel y el pelo que le acompaña no duran mucho tiempo enterrados. Además, los restos de gatos domésticos, a diferencia de lo que pasa con las fuentes de alimentos como puedan ser las vacas, cerdos, ovejas y otros animales domésticos, son poco abundantes.
El gato salvaje es una única especie, pero consta de cinco subespecies que viven en Europa, África Subsahariana, China, Asia Central y Oriente Próximo.
Los investigadores recolectaron material genético de 979 gatos modernos y gatos salvajes de los tres continentes mencionados. Según los análisis el ancestro común a todos ellos vivió en Oriente Próximo hace 130.000 años. Eran gatos silvestres que vivían alrededor Mesopotamia y en la zona pegada al Mediterráneo de lo que hoy es el sur de Turquía, El Creciente Fértil. La humanidad empezó a ser sedentaria y a cultivar la tierra entre hace 10.000 a 12.000 años precisamente en esa región del globo.
Estos científicos creen que la domesticación del gato salvaje ocurrió media docena de veces más o menos porque encontraron cinco linajes de ADN mitocondrial en los gatos modernos.
La prueba histórica más antigua de la domesticación del gato viene dada por determinadas piezas de arte egipcio del siglo 20 antes de Cristo. Y las prueba arqueológica más antiguas que revelan esta domesticación, encontradas en 2001 en Chipre, consiste en un esqueleto de gato que fue enterrado con un humano hace 9500 años.
Por tanto la domesticación se dio en un área limitada, a diferencia de cerdos, vacas y caballos cuyos orígenes son más complejos, lo que sugiere que fueron domesticados debido a una razón geográfica, concretamente para mantener libre de roedores los almacenes de grano de esa región única del Creciente Fértil.
El próximo misterio a resolver es encontrar las mutaciones responsables de que los gatos domésticos, a diferencia de los salvajes, sean mansos. Estos genes de domesticación son unas de las metas del proyecto que el consorcio de O’Brien dirige.
La importancia del proyecto genoma del gato no radica solamente en averiguar el origen del gato en lo que sería un interés casi arqueológico, además de esta loable meta el proyecto proporcionará numerosos datos genéticos que pueden ser útiles y prácticos para la humanidad en esta época. El gato es un buen modelo para el estudio de diversos problemas como la transmisión de enfermedades hereditarias, las enfermedades infecciosas y la evolución de la organización del genoma. Además permitirá estudiar la estructura, función y regulación de los genes responsables de los patrones de pelaje.
Este resultado es bonito porque, además de hablarnos de la “relación de amistad” entre humanos y gatos, nos dice que la genética puede ayudarnos a entender nuestro pasado y la historia de las civilizaciones. De este modo, diversos saberes humanos confluyen para explicar mejor el origen del ser humano como creador de sociedades avanzadas.
Fuente. Nature. Rodolfo Coricelli

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